A la hora de tratar a una persona con depresión es importantísimo el ambiente que rodea a ésta, pues es fundamental a la hora de lograr una recuperación. El cariño y la compresión de los más allegados son imprescindibles, así como la paciencia ante la falta de ganas y de motivación que los enfermos de depresión presentan. Sugerir actividades y proponerle conversaciones, siempre sin imponer, son apoyos necesarios para la terapia que haya sido impuesta por los profesionales.
El tratamiento para la depresión puede ser de dos tipos, uno de ellos el farmacológico y otro la psicoterapia, o ambas si el profesional lo creyese conveniente. Cuando los casos de depresión son graves existe también la terapia-electroconvulsiva o más conocido como electroshock. Normalmente, el tratamiento vía farmacológica es necesario para conseguir que los síntomas empiecen a desaparecer y se inicie la recuperación del paciente.
Tratamiento farmacológico con antidepresivos
El tratamiento con antidepresivos es utilizado para corregir los niveles de sustancias químicas que hay en el cerebro, en especial la serotonina, que es el neurotransmisor que controla en un área del cerebro todo aquello que son las emociones, los niveles de sueño, el estado de ánimo, el apetito y la presión sanguínea. Los antidepresivos no suelen provocar dependencia y su efecto empieza a dar resultado alrededor de las tres y seis semanas de tratamiento. Si pasado este periodo no se encontrase mejoría, el especialista puede optar por añadir más dosis o bien cambiar de antidepresivo. Los efectos secundarios más comunes son el nerviosismo, el insomnio, mareos, nauseas, disfunción sexual o aumento de peso.
Psicoterapia
Uno de los tratamientos más recomendados para la depresión es la psicoterapia, que ayuda al paciente a cambiar sus formas de sentir, pensar o actuar, con el único fin de que éste se conozca mejor a sí mismo.
Terapia con electroshock
Esta terapia se utiliza en los casos en que el paciente no mejora con medicación o no puede tomarla por otras causas. Se utiliza sobre todo en pacientes con riesgo a cometer suicidio o existiese un debilitamiento a causa de otra enfermedad física.